Los monitores continuos de glucosa (MCG) son una herramienta fundamental en el manejo de la diabetes tipo 1, pero sus sensores suelen durar solo unos días o semanas. ¿Por qué?
Este artículo explora los factores técnicos y biológicos que limitan su vida útil, revisa opciones de mayor duración y analiza el futuro de esta tecnología.
La respuesta inmunológica del cuerpo
Cuando se inserta un sensor de glucosa en la piel, el sistema inmunológico lo identifica como un “cuerpo extraño”.
Esto provoca una respuesta de defensa en la que el cuerpo comienza a formar una capa de tejido alrededor del sensor, en un proceso conocido como encapsulamiento.
Con el tiempo, esta capa de tejido afecta la precisión del sensor, ya que interfiere en la medición de los niveles de glucosa en el líquido intersticial, donde el sensor toma sus lecturas.
Este fenómeno es común en dispositivos médicos implantables, según un estudio reciente publicado en RSC Applied Polymers, que detalla cómo los nuevos materiales y recubrimientos en desarrollo buscan reducir esta respuesta para extender la duración de los sensores.
Degradación enzimática: una limitación de la tecnología actual
La mayoría de los sensores de MCG usan una enzima llamada glucosa oxidasa para detectar el nivel de glucosa en el cuerpo.
Esta enzima reacciona con la glucosa y genera una señal eléctrica que el sensor puede interpretar.
Sin embargo, al estar en contacto continuo con los fluidos intersticiales —el líquido que rodea las células en los tejidos— la enzima se degrada con el tiempo, lo cual afecta la precisión de las lecturas y reduce la vida útil del sensor.
La degradación enzimática es uno de los factores más limitantes en los MCG actuales.
Un artículo de Diabetes & Metabolism Journal explica cómo los avances en biotecnología están explorando el uso de enzimas más estables o incluso alternativas a las enzimas para alargar la duración de los sensores, lo cual podría mejorar la vida útil de estos dispositivos.
Corrosión de los electrodos: el desgaste de los materiales
Además de las enzimas, los electrodos de los sensores desempeñan un rol crucial en la medición de la glucosa, ya que son los que reciben y transmiten las señales eléctricas generadas por la reacción enzimática.
Estos electrodos están en contacto directo con los fluidos corporales y, al igual que las enzimas, sufren desgaste.
La exposición constante a los fluidos intersticiales provoca corrosión en los electrodos, lo que disminuye su sensibilidad y, eventualmente, afecta la precisión de las lecturas.
El artículo «Monitores de glucosa en sangre: ¿qué factores afectan su precisión?” describe cómo la corrosión de los electrodos es una barrera importante para extender la vida útil de los sensores, y subraya que se están investigando materiales más resistentes para los electrodos en futuras generaciones de sensores.
Infecciones: un riesgo constante
El uso prolongado de un sensor en la piel también conlleva riesgos de infección en el sitio de inserción.
Dado que el sensor crea una pequeña “puerta de entrada” en la piel, las bacterias pueden acceder al tejido subyacente, especialmente si el sensor permanece en el mismo lugar por mucho tiempo.
Cambiar el sensor regularmente ayuda a reducir este riesgo, asegurando que la piel alrededor de la inserción se mantenga en condiciones óptimas.
Medtronic, en su documentación sobre el Guardian Sensor 3, destaca que los cambios frecuentes del sensor no solo mantienen la precisión de las lecturas, sino que también actúan como una medida preventiva contra infecciones en el sitio de inserción, lo que es fundamental para la seguridad del usuario.
Opciones de mayor duración: los sensores implantables
En los últimos años, han surgido opciones de MCG de larga duración, como el Eversense de la empresa Senseonics.
Este sensor se inserta debajo de la piel mediante un procedimiento médico y tiene una duración de entre 6 meses y un año (dependiendo del modelo), lo que representa una opción mucho más conveniente para quienes prefieren reducir la frecuencia de cambios.
El Eversense también cuenta con un transmisor removible, que permite al usuario retirar el transmisor sin afectar la duración del sensor.
Sin embargo, esta opción aún es limitada, tanto por su costo elevado como por su disponibilidad geográfica restringida a Estados Unidos y algunos países de Europa, según menciona un artículo de Very Well Health, que destaca el potencial de esta tecnología para revolucionar el manejo de la diabetes.
Futuro de los MCG: más duración, más accesibilidad
A medida que los fabricantes de MCG investigan nuevos materiales y tecnologías, es probable que la duración de los sensores aumente.
Empresas como Medtronic y Senseonics están desarrollando sensores que requieren menos mantenimiento y ofrecen mayor precisión, lo cual podría reducir el número de cambios necesarios a lo largo del año.
Sin embargo, estos avances tecnológicos también traen consigo un aumento en los costos, lo que plantea un desafío en términos de accesibilidad para muchos usuarios.
Si bien el futuro de los MCG es prometedor, es posible que el alto costo siga siendo una barrera para muchas personas, especialmente en mercados como América Latina.